Hoy hemos comenzado la Novena a la Inmaculada Concepción que, como cada año, marca un antes y un después en la vida del Seminario. Nuestro hermano Javier os cuenta cómo se vive este acontecimiento en el Seminario.
En nuestro seminario, es muy simbólico el cuadro de la Inmaculada Concepción que preside nuestra capilla, que forma parte de la esencia del seminario. ¡Qué alegría y privilegio tener a María como Madre! Cada día Ella es la Madre buena que nos escucha y atiende. Una madre nunca deja de cuidar y escuchar a sus hijos. ¡Cuánto menos la Madre de Dios! Ella escucha nuestra oración y se la presenta a su Hijo, Ella nos seca las lágrimas y nos viste como un niño pequeño para presentarnos ante Él.
A partir de hoy, comenzamos el rezo de nuestra novena a la Inmaculada Concepción. La capilla amanecía engalanada de un azul inmaculado y todo parecía señalar que se acercaba el día de nuestra Madre. Para nosotros, no es un simple acto rutinario que hagamos todos los años, sino un acto único y emocionante en el que queremos consagrar del todo nuestro corazón a Ella. Solo consagrándonos a María, llegaremos a adentrarnos en el Sagrado Corazón de su Hijo. Por ello, me gustaría pediros que colaboraseis con nosotros y os unieseis a nuestra oración. Pedidle a María que os conceda la gracia que más necesitáis, que os muestre cuánto os ama Ella y Jesús. ¡No nos podemos hacer una idea! Y sobre todo, os pedimos que recéis por nosotros. Que Ella nos vaya moldeando en su escuela de santidad y nos haga no buenos, sino los santos Sacerdotes que el mundo de hoy necesita. En especial, acordaos de Javi y Mario, que si Dios quiere, en la fiesta de nuestra Madre, serán ordenados diáconos.
María, enséñanos a seguir y mirar a Jesús como Tú sabes. Que no nos cansemos de presentarte nuestro todo para que Tú se lo presentes a Jesús. Y así, como decía San John Henry Newman: “El corazón hable al corazón”. María, mantennos en el camino. ¡Jamás permitas que nos separemos de Él!
Javier Rodríguez Calmaestra, seminarista.
