En el seminario, tanto formadores como seminaristas, también nos queremos preparar para la XXIV Peregrinación a Guadalupe. Siempre es motivo de alegría y de revivir lo que año tras año supone un feliz acontecimiento para toda la Diócesis. Por eso, hemos decidido comenzar con una campaña de testimonios de personas con experiencia para que nos cuenten y animen de cara a este tan esperado evento.
Hoy D. Pablo Garzón, párroco de San Vicente Ferrer de Córdoba, nos cuenta su testimonio que recopila su experiencia a lo largo de todos las peregrinaciones a Guadalupe que ha hecho en su vida. Pablo, que además fue Delegado de Juventud hace ya varios años, nos regala también un mensaje de aliento para todos aquellos jóvenes que aun están pensando si venir o no a compartir esta increíble experiencia.
Un servidor fue a la primera peregrinación a Guadalupe que organizó la Diócesis de Córdoba. No fui el año pasado pero si el anterior y la esencia de aquel proyecto se mantiene hasta el día de hoy. Son días de salir de nuestra rutina (lo que los modernos llaman ahora «lugar de confort») para encontrarnos con lo más esencial: relaciones auténticas basadas en la gratuidad y la alegría, relación con Dios basadas en la misericordia y la belleza y la alegría de la fe, y ¡cómo no! descubrir a María, la madre que nunca esperábamos. Hay gente que repite y repite lo que aparentemente es lo mismo un año y otro, yo la verdad es que he perdido la cuenta de cuántos »Guadalupes» llevo. Pero es que nos gusta lo esencial.
El domingo cuando se toma el camino de regreso, se vuelve con sueño pero con el alma más despierta. Se vuelve con algún dolor de pies pero con el corazón descansado. Se vuelve habiendo comido regular pero con la sensación de haberte llenado de plenitud. Y es que lo esencial es Dios y Él nunca cansa.
Pablo Garzón, sacerdote.