Guadalupe… ¿y si te lo cuenta un joven?

María Lucena, de 20 años y estudiante de Educación Primaria, nos cuenta su testimonio sobre Guadalupe. A su edad, ya son muchas las veces que ha recorrido tantos kilómetros para estar a las plantas de la Virgen. La juventud también vive en la Iglesia. Ella te lo cuenta.

Tenía 12 años cuando empecé a ir a Guadalupe, sin mis amigos, sin mis profesores, solo con mi madre y mi primo que era voluntario de la Dele. Mi única motivación para ir fue vivir una experiencia completamente diferente a la que podía vivir en mi día a día y así fue, pero de una manera que yo no esperaba.Durante el camino hacia la Virgen me encontré con pequeños regalos que poco a poco me iba dejando el Señor y pude centrar el camino en ratos de silencio, oración y charlas con mi madre y con los sacerdotes que nos acompañaban. Todo esto para mí marcó un cambio y supe que, durante mi vida, quería estar cerca del Señor y de la Virgen.

Hasta 4.º de la ESO hice el camino con mi padre y mi madre, pero a partir de ese año, empecé a hacer la peregrinación un poco a mi aire con mi clase, con una amiga e incluso un año fui de voluntaria. Pero en 2.º de carrera vivía un momento en el que necesitaba más que nunca la fuerza del Señor y de la Virgen. Ese año iba sola de responsable del grupo joven de Amigos Contigo de la parroquia San Juan y Todos los Santos (Trinidad) y muy poco convencida de ir, pues estaba pasando por un momento en el que no confiaba en la fuerza que tenía la oración.Durante el camino, el Señor me volvía a hablar y sentía como la Virgen, en cada momento de cansancio, me daba un empujoncito para poder llegar hasta sus brazos. No puedo describir con palabras todos los sentimientos que el año pasado me encontré, solo sé que al llegar a la Basílica y ver y poder sentir a la Virgen me derrumbé y me hice pequeña ante todas las maravillas que hacía por mí.

Después de 8 años yendo a Guadalupe, el Señor me dio un toque de atención y me di cuenta de lo que verdaderamente era ser un joven cristiano: no consistía solamente en dar catequesis e ir a misa los domingos, sino que también ser Cristiano es, sobre todo, amar a la Virgen y a Dios, orar y ofrecer las oraciones, rezar el Rosario sin pensar en que es una simple oración, sino que es la manera más fácil para hablar con Nuestra Madre y que Ella nos proteja de nuestros miedos. Además, lo más importante es que aprendí a no vivir pensando solamente en mí y en mi vida, sino también que mi vida es de Dios y que Él irá guiándome hacia lo que tenga planeado para mí.

El camino no acaba el domingo cuando llegas a tu casa, sino que empieza. Empiezas la rutina y la vuelta al día a día, pero no hay que esperar a que llegue otro Guadalupe para sentir el «subidón». Rezando, orando, yendo a los Adoremus y teniendo presente en tu vida diaria a Dios y a la Virgen puedes sentir como tu vida va cambiando.

Ahora solo queda tu decisión, si estas dudando entre ir o no ir, decídete y di que sí, no sabes el regalo tan grande que están preparando el Señor y la Virgen para ti.

María Lucena, Parroquia de la Trinidad (Córdoba).

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