Al pensar en el Seminario, es lógico que recordemos el simbólico cuadro de la Inmaculada Concepción que nos preside ¡Qué alegría y privilegio tener a María como Madre! Una madre nunca deja de cuidar y escuchar a sus hijos. ¡Cuánto menos la Madre de Dios!
Desde hoy, día 30 de noviembre, comenzamos nuestra novena a la Inmaculada Concepción. La Capilla se reviste de un azul inmaculado y todos sabemos que queda poco para la gran Solemnidad. Sin embargo, no podemos creer que es un acto externo o fruto de la rutina, sino que con la novena queremos consagrar del todo nuestro corazón a Jesús a través de la mejor patena: las manos de María. No tengáis miedo de acudir a María. Ella, como madre quiere arrancar del Corazón de su Hijo aquella gracia que tanto necesitáis. ¡En cuántas cosas descubriremos la mano de María cuando veamos al Señor cara a cara en Cielo! Por ello, os queremos pedir por que os unáis a nuestra oración y recéis por nuestro Seminario, para que María, Madre Sacerdotal, nos vaya configurando cada vez más con su Hijo y seamos los santos sacerdotes que el mundo necesita. En especial, acordaos de los hermanos Guillermo, José Antonio, Fernando, Miguel, Isaac, Pablo, Narcisse y Bernard, que se encuentran realizando ejercicios espirituales y que el día de la Solemnidad de Nuestra Señora serán ordenados diáconos.
María, que este Adviento sea un tiempo de gracia en nosotros y haga que nuestro corazón quede totalmente ganado ante el Dios que se hace niño para conquistar nuestra vida entera. ¡Madre, que sea éste Nuestro Adviento, que no nos cansemos de esperar contigo al Salvador! Enséñanos a poner la mirada en Él y a esperar ante el pesebre, contigo en oración y sintonizados con tu corazón, diciendo aquella oración de San John Henry Newman: “Jesús mío, ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya; inunda mi alma con tu Espíritu y tu Vida”. Solo contigo, Madre, podremos llevar a Jesús a un mundo que tanta sed tiene de Él.