“Venid y lo veréis”

Al oír hablar así a Jesús, los dos discípulos lo siguieron. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les preguntó: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí –que quiere decir ‘Maestro’-, ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él… (Jn 1, 37-39).

Durante toda la historia, Jesús-Dios ha ido llamando a los que Él ha querido. También hoy sigue llamando. Y esto lo vemos en muchísimos ejemplos: en la Virgen María, los Apóstoles, san Juan Pablo II, el Papa Francisco… y tantos y tantos sacerdotes que, a lo largo de sus vidas y de la historia, le han respondido con un «Sí». En el caso del Evangelio, vemos cómo esa llamada a los Apóstoles es clara: «Venid y lo veréis». La llamada que hoy nos hace quizás no sea tan clara (puesto que no nos habla como nosotros hablamos entre nosotros), pero sí es clara si sabemos interpretar aquellos signos, personas, circunstancias, momentos de oración… de los que Dios se sirve para mostrarnos lo que quiere de cada uno de nosotros. ¡Dios necesita colaboradores y Dios quiere nuestra felicidad! A unos los llamará desde pequeños, a otros más mayores, a unos en unas circunstancias y a otros en otras, pero sigue llamando. Voy a compartir con vosotros cómo descubrí esa llamada de Dios en mi vida:

En mi caso, la cosa empezó desde bien pequeño. Soy Carlos, natural de Córdoba, tengo 25 años, estoy en el último curso del Seminario de Córdoba, soy diácono y pronto seré ordenado sacerdote. Pertenezco a una familia cristiana que siempre me inculcó la fe y me educó cristianamente. Desde que hice la 1ª Comunión, comencé a ayudar a mi párroco los domingos siendo monaguillo. Me ilusionaba mucho el tipo de vida de mi cura, tanto que, cuando tenía 12 años, un hermano mío (que es sacerdote) me invitó a ir a unos campamentos que realiza el Seminario Menor en verano: las Colonias Vocacionales. Nos juntamos allí cerca de 100 niños de mi edad que nos lo pasamos en grande. Hubo tiempo para todo: juegos, deporte, campeonatos, catequesis, Misas, oración… Allí conocí también a los sacerdotes que atienden el Seminario y a los seminaristas que ya se formaban allí, tanto mayores como menores. Se abrió todo un mundo nuevo, desconocido para mí hasta entonces. Algo veía en ellos que me llamaba mucho la atención: su alegría y su amistad. Era algo especial. Cuando empecé el curso siguiente, seguí conociendo el seminario Menor más a fondo, acudiendo un fin de semana al mes, durante todo un año. Quería vivir como ellos y descubrir si mi camino era el sacerdocio. Decidí entrar como seminarista menor con 14 años y, aunque no entré con la idea clara de ser sacerdote, el seminario Menor me ayudó a descubrirlo a través de la dirección espiritual, retiros, ejercicios espirituales y a través del crecimiento y maduración normal de cualquier joven. Poco a poco, se iba clarificando todo (como cualquier adolescente que no sabe qué carrera escoger y, conforme pasan los años, lo clarifica y escoge una en concreto). Terminé los estudios de Secundaria y Bachillerato, aprobé la prueba de Selectividad e ingresé en el Seminario Mayor de Córdoba, para comenzar la preparación más inmediata al sacerdocio, a través de los estudios de Filosofía y Teología. Aquí, gracias a los ratos de oración, acompañamiento de los sacerdotes y, gracias también, a la compañía de mis compañeros seminaristas, esa llamada de Dios, que comenzó en la adolescencia, se clarificaba y crecía aún más. Y así, llegamos hasta hoy, cuando el pasado día 8 Diciembre 2015 fuí ordenado diácono, junto a 5 hermanos más, terminando nuestra formación para ser muy pronto ordenados sacerdotes.
A todos aquellos que se estén planteando ser sacerdotes, o sientan esta llamada del Señor, os invito a hacer 2 cosas: 1) En un ratito ante el Sagrario, o en tu casa, o en un momento de oración, pregúntale al Señor: Señor, ¿qué quieres de mí? y 2) si te lo estás planteando, no lo consultes sólo contigo mismo, aunque por supuesto también, sino que acude a un sacerdote que te sepa acompañar.

Y, a todos, os pedimos oraciones para que el Señor siga enviándonos sacerdotes a todo el mundo, pero especialmente a nuestra diócesis de Córdoba, y, sobretodo, pedid para que haya jóvenes que escuchen esta llamada del Señor y la sigan, como hizo nuestra Madre, la Virgen María.

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