Dice el Señor: “Tengo frío… tengo hambre… tengo sed… hermano mío, ¿me amas?” Esto nos dice Jesús a cada uno de nosotros; Jesús que vive en sus hermanos mas pequeños, en sus preferidos: los pobres y pequeños.
Cada semana, dos seminaristas acompañan una noche a la UVI Social de Cáritas en su recorrido por las calles de nuestra ciudad de Córdoba, vistiendo a Jesús que tiene frío o esta desnudo, dando de beber a Jesús que tiene sed y dando de comer a Jesús que tiene hambre y que se hace presente en aquellos hermanos nuestros que, por circunstancias personales o familiares, por determinados condicionantes, se encuentran necesitados del alimento corporal.
¡Cuántos rostros se pueden ver en una noche! Cada uno de ellos encierra detrás una historia de vida: familias extranjeras sin hogar que intentar pasar la noche resguardados del frío, personas con problemas psiquiátricos cuyas familias se han desentendido de ellos y viven literalmente cobijados debajo de un puente, en otras casos problemas de adicción con lo que ello conlleva a nivel personal o familiar, o en otros casos, simplemente familias que no tienen trabajo o no ganan lo suficiente para vivir y se ven en la obligación de pedir para poder mantener a su familia. Sin embargo es Jesucristo, a través de Cáritas Diocesana y de sus numerosos voluntarios, que, como instrumentos de Él, les hacen llegar ese alimento corporal y también espiritual que nos es necesario para vivir. Y todo esto: por Amor, por amor a Cristo y a los hermanos en Cristo. ¡Cuántas personas dedican cada día su tiempo en ayudar sin esperar nada a cambio, simplemente por servir a Dios!
Nosotros, seminaristas, como sacerdotes en esperanza que somos, estamos llamados a tener un corazón sacerdotal como el de Jesucristo, un corazón que amó y se entregó a los pobres y pequeños de una forma especial, un corazón rico en misericordia, pues “en verdad os digo: en cuanto lo hicisteis a uno solo, el mas pequeño de estos mis hermanos, a Mi me lo hicisteis” (Mt 25,40) y sin duda estas experiencias, nos ayudan a llegar a esas periferias existenciales de las que tanto habla nuestro Santo Padre, periferias que en muchos casos están mas cerca de nosotros de lo que podemos pensar, allí donde pobreza material y espiritual se dan la mano.
Muchas veces podemos caer en la tentación de pensar que, en algún caso, estas situaciones de vida son fruto de decisiones libres, “por que ellos se lo han buscado” o “por que no saben administrarse”… en efecto, en algún caso puede ser esta la causa de tal situación, pero sin embargo, ¿Y si fuera yo uno de ellos, una de estas personas que están en la calle? que difícil, por no decir imposible, es saber como actuaría uno mismo si hubiese vivido en las condiciones personales, familiares y sociales de cada una de las personas que se encuentran en la calle, que difícil es pensar con el estomago vacío, que difícil es pensar estando sediento, no sólo de agua, sino también de Amor. Siguiendo al Beato Eduardo Poppe, que fácil nos es excusarnos a veces a la hora de dar limosna, algo que cobra especial importancia en este año Santo de la Misericordia, pensando que en algún ocaso puedo ser victima de un engaño… La pregunta sería ¿Cómo actuaría hoy Jesús, si tuviera mis manos, mi energía, mi tiempo…? Como decía el Padre van Kerckhove S.J., muerto en olor de santidad, en caso de duda, “mejor romper la bolsa que dañar la caridad”. En ocasiones, puede ser una palabra de cariño, de afecto, de reconocimiento de su dignidad, o simplemente una sonrisa.
Todas estas historias de vida, algunas de ellas marcadas claramente por el sufrimiento, nos llevan a acrecentar la Esperanza, a saber que es Dios quien escribe nuestra historia de vida, y que estas personas, que a día de hoy están compartiendo, quizás sin saberlo, la pasión de nuestro Señor Jesucristo, algún día podrán disfrutar de la gloria en la vida eterna.
Guillermo Padilla, seminarista de 2º curso