Hoy estamos con Patricio Ruiz Barbancho, un sacerdote de 37 años nacido en Santa Eufemia. Ha sido cura de Fuente Palmera durante diez años y actualmente, está en Hinojosa del Duque, donde lleva cuatro años.
Esta sería mi presentación en el bus, camino a Guadalupe para comenzar la peregrinación con los jóvenes de la Diócesis, pero me han pedido que la adelante para compartirla con todos vosotros. Siendo seminarista del menor, fui por primera vez a dicho evento, siendo la primera que se organizaba en la Diócesis de Córdoba. De eso hace 23 años, casi nada.
Hoy vuelvo como cura. Y lo hago porque confío en los jóvenes, porque la Iglesia los ofrece a mi ministerio como prioridad y porque yo también soy joven (aunque no sé muy bien hasta qué edad se considera uno joven) y así lo siento.
Mis curas, cuando yo era tan solo un niño me querían. Me querían mucho. Antonio Mora, Nacho Sierra, Andrés Calderón, D. Juan… curas grandes que querían enseñar en un pueblo chico a los jóvenes el camino al Cielo y la experiencia maravillosa del encuentro con el Señor, que ha sido la mejor de mi vida. Y no se andaban por las ramas: misa cada domingo…. y de diario, confesión para grandes eventos… y de diario, oración en grandes aprietos….y de diario, la alegría de la amistad los fines de semana… y de diario. Si, mis curas me han querido y mucho. Lo digo alto y claro, y a través de ellos y del testimonio en mi familia, yo he crecido teniendo a Dios muy presente desde mi niñez.
Hoy, yo soy cura de Jesucristo y creo en los jóvenes. El Señor los amó y les enseño un camino distinto del propuesto por el mundo de la época. Y eso mismo me pide a mi. Son tablas en blanco por escribir: o las escribe Cristo, o las escribe el mundo. El primero los quiere, el segundo los utiliza para el mal.
Desde el comienzo de mi sacerdocio invite a jóvenes de Fuente Palmera a Guadalupe. Unas veces más y otras menos, fuimos año tras año al encuentro de la Virgen. ¡Y cómo nos quiere la Virgen! ¡Cómo habla la Virgen al corazón de los jóvenes! Cuántas confesiones por el camino, cuántas charlas pidiendo consejo, cuántas lágrimas ante el Señor en la custodia y al llegar a los pies de la Señora. Eso, nadie me lo podrá quitar. Lo he vivido con los jóvenes. Y este año me vuelvo a ir con mis niños, porque como dicen las abuelas: «en la Iglesia no se aprende nada malo». Este cura sigue aprendiendo de los jóvenes, y quiere seguir confiando en ellos, porque así me lo enseñaron mis curas. ¡Este cura, este año se va a Guadalupe! ¡Señora, lleva a tus hijos más jóvenes hasta el Corazón de tu Bendito Hijo!
Patricio Ruiz Barbancho