Como es tradición, cada año los alumnos del curso de Espiritualidad marchan hacia el Cottolengo del Padre Alegre para vivir una preciosa experiencia junto a los enfermos que allí residen. Además, tuvieron el enorme privilegio de visitar los santuarios marianos de Guadalupe y Fátima, donde, en este último, dieron gracias a la Virgen por la experiencia vivida. Hoy le hemos querido preguntar a nuestro hermano Miguel como ha sido la experiencia, y así nos ha respondido él:
«Dios ha escogido lo débil del mundo, lo que no cuenta, para confundir a lo que cuenta.» Esto puede expresar de alguna manera lo que en estos días los seminaristas del curso de Espiritualidad hemos podido vivir junto a los «niños» preferidos de Dios.
Del 29 de enero al 5 de febrero hemos tenido el don de poder vivir y tocar a Cristo en el Cottolengo del Padre Alegre, en las Hurdes (Cáceres). Durante estos días, el Señor nos ha ido tocando en cada pobre y enfermo en los que Él vive. Hemos ayudado en lo poco que hemos podido: levantándolos, dándoles de comer, estando junto a ellos, celebrando la Misa,etc., junto a las Hermanas que allí se consagran 24 horas al servicio de Cristo y el necesitado, viviendo en cada momento de su Providencia. Sus sonrisas, sus palabras, sus silencios, su hambre y sed se ha ido alternando con ratos de oración, en los que Jesús nos ha ido derramando muchas gracias.
Junto a esto, hemos disfrutado de la fraternidad entre nosotros y pudimos encomendar a María estos días al principio, en el Monasterio de Santa María de Guadalupe, y dejárselo todo en su corazón en Fátima, al terminar.
Miguel Ramírez, curso de Espiritualidad