Guadalupe desde la otra orilla

De la mano de María en el Corazón de Cristo

Otro año más, nos preparamos para vivir muy intensamente, como siempre, la peregrinación a Guadalupe. Guadalupe es como el “oasis” esperado en cada comienzo de curso, la fuente de agua viva donde todo cristiano sediento va a beber, donde todo joven viene a buscar en el rostro de María, Nuestra Señora de Guadalupe, un descanso, un alto en el camino, un sentirse como en casa.

En mi caso, es mi sexto Guadalupe, mi segundo como seminarista. He asistido como peregrino, como voluntario y el año pasado como seminarista, y sin duda no cambiaría nada de lo que viví el año pasado y seguro repetiré este año. Ser seminarista en Guadalupe es poder notar como cada persona te mira y refleja en sus ojos el amor que siente hacia los sacerdotes y seminaristas. Ser seminarista en Guadalupe es como estar “mimado” por todos, porque creen que eres especial, aunque a veces no des ni la talla para ser “alguien”. Es sentirte verdaderamente amado por Cristo y esforzarte en pedirle a la Virgen de Guadalupe que guarde año tras año tu vocación, pues para muchos, como es en mi caso, Ella es la gran “culpable”.

«Ella es la gran culpable»

Para mí, Guadalupe es cada año una oportunidad más que se me da de conversión, de oración y de camino de santidad. Guadalupe es una oportunidad de hacer amistades selladas por el amor de Cristo, reunir a jóvenes que quieran acercarse a Él por medio de Ella y hacerles ver, entre catequesis, misas y kilómetros, e incluso charlas y risas, que Cristo cada año, y cada día, los llama a seguirlos desde su propia vocación. Son 3 días al año en los que Dios te da la gracia de compartir con cientos de personas que arden en el mismo deseo del amor de Cristo, la alegría del Evangelio, la vitalidad de los jóvenes y las ganas de llegar a Cristo. Guadalupe no es más que un testimonio de fe, de amor y de entrega de cada persona que pone en marcha sus pies para entregarle el corazón a María.

No hay día que no me acuerde de todo lo que he vivido allí y todo lo que Ella ha hecho por mí. Guadalupe no es más que dar tus energías y fuerzas para llegar a sus pies. Tener la certeza de que si vivimos conforme al amor de Dios, siempre caminaremos DE LA MANO DE MARIA EN EL CORAZÓN DE CRISTO.

Federico Tovar Cabrera

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