“Dios te quiere para Él y hoy le prometes ser para Él y para toda la vida”

En la Solemnidad de San José, esposo de la Virgen María, el Seminario se llena de alegría. Todos los años celebramos con júbilo la fiesta del Patrón de los llamados al sacerdocio. Pero este año, año dedicado en especial a San José, el gran santo nos ha querido regalar la ordenación diaconal de nuestro hermano Francisco Javier Muñoz García. Junto a los ocho hermanos ordenados en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción, ya son nueve los jóvenes que han recibido el sacramento del Orden en el grado diaconal de manos de nuestro obispo D. Demetrio Fernández.

Durante la homilía, el Sr. Obispo recordó la importancia de la obediencia, como el Hijo de Dios se hizo obediente al Padre, invitando a imitar el ejemplo de San José, siempre dispuesto a cumplir la voluntad de Dios. De igual modo agradeció a Javier cómo en cada circunstancia de su vida, generosamente dijo «Aquí estoy». Además, D. Demetrio hizo referencia a la perseverancia del ordenado, algo que debe edificar a todos los llamados al sacerdocio y le recordó: “Dios te quiere para Él y hoy le prometes ser para Él y para toda la vida”. De igual modo, animó a los sacerdotes y seminaristas a confiar en Dios y escuchar el «no temáis» que Dios dijo por medio el Ángel a José y María, y que hoy nos repite a nosotros.

Desde hoy Javier, en comunión con su Obispo y el presbiterio, servirá al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad. Podrá administrar algunos sacramentos como el Bautismo o el Matrimonio, celebrar el rito de las exequias, asistir el altar en la celebración de la eucaristía, proclamar el evangelio y predicar la homilía.

Pedimos al Señor que lo configure cada día con Él, para que su SÍ sea como el de la Sagrada Familia de Nazaret. Un SÍ enamorado y generoso que tenga como meta siempre la comunión con Dios y la salvación de las almas. Las Sagradas Órdenes son un paso del Espíritu no solo para el candidato, sino para la Comunidad, un impulso para entregarse al Señor cada día más y llegar a la meta: LA SANTIDAD.

Lo encomendamos a la fiel custodia de San José. Para que, como Él, en el ejercicio de su ministerio, sea un padre en la sombra, reflejo de la ternura y bondad misericordiosa de nuestro Padre celestial.

¡San José, padre y hermano, custodio de las vocaciones sacerdotales, ruega al dueño de la mies que envíe obreros a su mies!

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